La intercesión de los mártires

Tras las Huellas del Nazareno cuenta con el testimonio del P. Enrique Montes, misionero del Instituto del Verbo Encarnado que, tras vivir dieciséis años en Medio Oriente, lleva dos años sirviendo a los cristianos de los campos de refugiados de Irak.

En efecto, el P. Enrique Montes —hermano del conocido P. Luis Montes— nos trae noticias muy recientes de la situación de los cristianos perseguidos de la Llanura del Nínive, en estos momentos en los que avanza y se consolida la liberación de las ciudades que tuvieron que abandonar precipitadamente, ante la entrada a sangre y fuego del Estado Islámico.

El P. Montes nos habla de la realidad que las 120 familias del campo de refugiados de Bagdad, que llevan tres años viviendo en contenedores y que, sin embargo, rebosan de esa alegría que solo Cristo puede dar. Hablará sobre las posibilidades reales de volver a sus casas. Nos contará el testimonio que recibió del padre de la famosa Mariam, esa niña que se hizo famosa a través de un breve video en el que expresaba su perdón hacia los terroristas del Estado Islámico que la habían dejado sin casa, sin escuela y sin futuro. Si Mariam les impresionó, prepárense a recibir el testimonio de su padre. Escucharemos también sobre los 21 coptos asesinados en Libia y el testimonio de perdón de la madre de dos de ellos. Y escucharemos emocionantes y clarificadoras, como cuando afirma que, la intercesión de los mártires en el cielo, es el límite que Dios pone al mal.


El P. Enrique Montes es un misionero del Instituto del Verbo Encarnado. Nació en Argentina y lleva dieciséis años misionando en distintos países de Medio Oriente: en Tierra Santa, Jordania, Egipto y, finalmente, desde el 2 de noviembre de 2015, en Bagdad.

El P. Enrique Montes sabía a dónde iba y para qué misión se había ofrecido. Podía intuir también las dramáticas situaciones a las que iba a tener que hacer frente en la capital de Irak. Hasta allí habían llegado, en ese fatídico mes de agosto del año 2014, después de una precipitada huida para escapar de las manos del Estado Islámico, unas 120 familias cristianas procedentes de diversas poblaciones de la llanura de Nínive. Habían llegado con lo puesto, debiendo abandonarlo todo —casa, trabajo, futuro— con tal de conservar la fe. En esos precisos momentos, comenzaba la reconquista de la llanura del Nínive por parte del gobierno, pero la guerra continuaba.

resu p enrique 3Uno de los trabajos apostólicos que asumió el recién llegado P. Enrique Montes fue precisamente la atención del campo de refugiados donde vivían, en paupérrimas condiciones, esas 120 familias. Cada familia tenía asignado un «contenedor» como residencia familiar: «El contenedor tiene, por un lado, la cocina y, por otro lado, las habitaciones. Las habitaciones se transforman en comedor, y luego se vuelven a transformar en habitaciones para que los habitantes del contenedor puedan dormir».

El campo de refugiados se encuentra, por otro lado, en una ciudad en la que hay una media de veinte atentados diarios. ¿Quiénes son los que cometen esos atentados? El P. Montes responde: «Es el mismo Estado Islámico el que produce los atentados en Bagdad. Quitarle el territorio al Estado Islámico no implica destruir al Estado Islámico. Ellos van a seguir con su guerra, van a seguir atacando no solamente en Siria, en Irak, en Nigeria y en otros países de África. Nadie habla sobre Nigeria y, sin embargo, es el lugar donde más mártires se están produciendo de la Iglesia católica. El Estado Islámico también quiere que sus miembros, distribuidos no solamente en Medio Oriente sino también en Europa, ataquen todos los países donde puedan hacerlo».

Ante el avance de la reconquista de la llanura del Nínive, ¿cómo están reaccionando los cristianos del campo de refugiados de Bagdad? A lo largo de estos tres años, más de veinte familias de las que se encontraban en el campo de refugiados han abandonado el país. De las que quedan, casi el 80% son de Qaraqosh. El 20% restante fundamentalmente es de Mosul, con un breve tanto por ciento de otras poblaciones. El P. Enrique explica: «Las familias de Mosul no quieren regresar a Mosul. Varias de las familias de Qaraqosh me han dicho que regresaban a Qaraqosh. De hecho, varias personas han regresado a Qaraqosh en estos días, porque ya está totalmente liberada toda esa zona. Sin embargo, no es fácil regresar, porque lo primero que quiere el Patriarca caldeo católico, Mons. Luis Rafael I, es que se asegure la paz y la convivencia entre las distintas religiones que viven en el país, o sea, entre musulmanes y cristianos, pero también entre los musulmanes chiitas y los sunitas. A mí me parece que, en este momento, no es tan viable que la gente que está en Bagdad regrese a Qaraqosh. Ellos están deseosos de volver. Quieren volver. Y nosotros queremos que ellos vuelvan. Es su casa. No es digno que vivan en Bagdad en un contenedor. No es saludable para la misma familia. Muchos de ellos aún no tienen trabajo. Es una vida dura la que están llevando en Bagdad. Y, sin embargo, aun cuando ellos quieren volver, y es nuestro deseo que ellos quieran volver a tener una vida digna, a tener una vida cristiana… Es una situación bastante complicada y difícil. Tenemos que seguir rezando, tenemos que seguir ofreciendo nuestras pequeñas penitencias, y tenemos que seguir ayudándolos, ya sea dando a conocer esta situación a otras personas que no lo conocen, ya sea ayudando en el sentido económico. Pero bueno, lo importante es que en algún momento ellos puedan regresar a sus hogares».

El P. Enrique visita cada sábado el campamento Virgen María para visitar a los refugiados y ofrecerles confesión y ayuda espiritual y material. De la celebración de la Eucaristía se ocupan los mismos sacerdotes de rito sirio-católico también refugiados en el campo. Al P. Enrique le impresiona la alegría de estos cristianos que lo han perdido todo por Cristo, y por Él llevan tres años viviendo en contenedores indignos de llamarse viviendas: «Algo característico en estas personas es la alegría. Hablar de alegría después de haberlo abandonado todo por Cristo, implica la vida de la gracia. Uno puede reírse, uno puede manifestar una cierta alegría. Pero al no tener a Cristo la alegría es imposible, porque la alegría es fruto de la gracia, y estas personas no solamente ríen, estas personas son alegres, lo cual nos hace pensar que viven la vida de la gracia. Aparte, que haber perdido todo y permanecer con esas sonrisas y con esa alegría, implica que Dios los está bendiciendo y los está fortaleciendo. El deseo de volver a sus hogares incrementa esa alegría, sin embargo es un incremento accidental, porque la alegría y la paz proceden de Cristo que habita en los corazones de ellos».
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El misionero habla, conmovido, sobre Mariam, esa niña que se hizo famosa por sus palabras de perdón hacia los terroristas del Estado Islámico, y de sus padres, cristianos verdaderamente ejemplares: «Uno se enriquece con la experiencia de estos cristianos perseguidos. Hemos tenido casos en los cuales los cristianos han manifestado el perdón y el agradecimiento. Es muy famosa esa niña que vive en Erbil, en uno de los campos de refugiados, se llama Mariam. Todos la conocemos, hemos visto videos en YouTube sobre ella, sobre su perdón y agradecimiento. Mi hermano, el P. Luis Montes, quiso conocer a los padres, porque él decía: “Si la niña tiene frases de perdón, y no son frases que le han inculcado para que diga, sino que realmente lo siente, eso se debe a los padres, eso se debe a que alguien puso una semilla en el corazón de ella, y esos son los padres”. Fue a ver a los padres y hablo con el papá. Y el papá le dijo que él, antes de la venida del Estado Islámico era un necio. Se preocupaba por su familia, de que fuera a misa y rezaran, pero él decía: “Yo nunca vi al pobre que estaba al lado mío. No lo veía”. Él estaba centrado en su familia, en su persona, en sus cosas. Pero en los cristianos que estaban cerca de él y eran pobres, y estamos hablando de Qaraqosh, es decir, no es una ciudad rica, y no lo veía. El pasaba al lado pero no lo veía. Pero cuando Dim, el padre de Mariam, tiene que abandonar todo, tiene que abandonar su ciudad, y se dirige al Kurdistán, primero la Iglesia le ayuda dándole una tienda, dándole un lugar que sería como una casa y, en segundo lugar, distintos cristianos fueron ayudándolo a él y a su familia. Y él decía: “Ellos no me conocen. Yo soy como ese pobre que estaba al lado de mi casa y que yo no veía. Ellos me ayudaron. Y termina con  una frase muy fuerte: “Agradezco al Estado Islámico porque ellos me han abierto los ojos, ellos han hecho que demos”. ¿Que ha hecho el Estado Islámico? El Estado Islámico quiso matarlos y los obligó a huir y dejar todo. Pero él agradece esa circunstancia que Dios le dio por un medio, que fue el Estado Islámico, que fue algo malo  —tener que dejar todo, abandonar todo, dejar su pueblo, su ciudad— pero con eso el comprendió el valor que tiene la caridad, el valor de la hermandad. Jesucristo murió por nosotros y nos redimió. Y Jesucristo nos llamó amigos, nos hizo hijos de Dios, nos dio una Madre, que es María. Y esa es la riqueza del cristianismo que él no veía. Y, a partir de este hecho muy malo, que fue el Estado Islámico, él empezó a comprender de un modo más palpable lo que significa ser cristiano. Y como él tenemos muchos».

El P. Enrique hace alusión al famoso martirio de los veintiún cristianos egipcios en Libia, degollados por el Estado Islámico. La madre de dos de esos mártires, al preguntarla qué haría si viera a los asesinos de sus hijos, respondió que lo primero que haría sería abrirles las puertas de su casa, y los invitaría a tomar un café. Hay que entender qué significan en Medio Oriente estas palabras, porque se escapan a nuestras formación y cultura occidentales: «En Occidente ya sería fuerte que la madre invite a los asesinos de sus hijos para entrar en su casa. Nosotros hicimos un video explicando qué significa el café en el mundo árabe, y qué significa para un cristiano ofrecer un café. Cuando nosotros vamos de visita, ellos no nos preguntan si queremos tomar algo, nos ofrecen el café. Ellos lo que están ofreciendo no es una bebida, no es algo para que podamos empezar a conversar ellos, nos están ofreciendo su misma casa, ellos están ofreciendo el pertenecer a la familia. Por eso, cuando la mamá de estos mártires dice que si vieses a los asesinos les haria pasar a su casa para ofrecerles un café, lo que significa es que los invita a formar parte de familia. Ella explica por qué haría eso: “Porque ellos lograron que sus hijos entraran en el Reino de los Cielos, y no solo entrar en el Reino de los Cielos, sino que fuesen mártires, es decir, imitasen a Jesucristo en la muerte, en la crucifixión.
El cristianismo tiene otra grandeza, que es la grandeza de Dios: “Dios quiere que todos los hombres se salven”, dice San Pablo».

El P. Enrique está convencido de que el mal tiene un límite. Y se explica: «La oración de los mártires en el cielo, ante Dios, la intercesión continua de los mártires a Dios, es el medio que Dios elige para ponerle fin  al mal. Cuando uno recibe una noticia como esta se puede entristecer, pero nunca tiene que desear la muerte o la condenación de los miembros de Estado Islámico, uno tiene que unirse a la oración que están haciendo los mártires en el cielo». Y entonces estaremos colaborando de verdad a ponerle límite al mal.resu p enrique 4

El P. Enrique recuerda la famosa frase de Tertuliano: «La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos», y dice: «Así como Dios le pone un límite al mal, así bendice a distintas personas con la conversión (…) Nuestras oraciones en Occidente pueden ayudar a la sangre derramada por los mártires a producir nuevos cristianos, ya sea conversión al cristianismo, ya sea que los mismos cristianos se enardezcan, como el ejemplo que les ponía del papá de Mariam que, siendo un cristiano tibio, un cristiano que se dedicaba solamente a su familia, encontró el verdadero cristianismo, encontró la verdadera grandeza del cristianismo, y encontró al pobre que el antes no veía. Las oraciones nuestras en Occidente se unen a las oraciones de los mártires, se unen a las oraciones de los cristianos perseguidos, se unen a la sangre de los mártires, y producen nuevos cristianos».

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