En esta meditación, Abelardo de Armas nos invita a contemplar a Jesús acostado en el pesebre: a mirarlo, a cogerlo, a abrazarlo. Y con un corazón sincero tenemos que decirle: Tú eres la paz, Niño de Belén. Eres el sumo bien. Eres el colmo de todas las apetencias del corazón humano, este corazón mío tan inquieto. Eres aquella paz total, siempre buscada y siempre perdida si faltas Tú.