Lutero: ¡No me vengas con cuentos!

La Fundación Euk Mamie presenta un nuevo bloque en su programa «Entre profesionales» titulado: Martín Lutero. En él, don Francisco José Delgado Martín —licenciado en Teología Dogmática— explica la figura de Lutero y el desarrollo doctrinal del luteranismo que ha sido causa de la ruptura más grande de la Iglesia católica y de la fragmentación del mundo cristiano.

Jugando con el lenguaje
La abierta rebelión de Lutero frente a Roma, el nacimiento del protestantismo y la quiebra de la Cristiandad ha pasado a la historia con el engañoso término de «Reforma». Engañoso porque la palabra Reforma evoca en nuestra mente un cambio a mejor sobre algo ya existente. Pero el luteranismo no fue una reforma, sino una demolición que consiguió destruir la unidad de Europa, tanto a nivel espiritual como político.

Que la Iglesia necesitaba de reforma era claro, pero no de ruptura. Sin ir más lejos, España e Italia ya habían comenzado hacía bastante tiempo ese proceso de cambio a mejor, que dio muy buen resultado. Y por eso, tanto en España como en Italia el protestantismo no tuvo éxito.

La venda de la soberbia
«Poseo tres perros feroces: la ingratitud, la soberbia y la envidia. Y cuando estos tres muerden, la herida es muy profunda» (Lutero).

Lutero alimentó un odio y una actitud demoledora contra el Papa, la Iglesia, la Revelación y el mismo Dios, llegando incluso a decir que: «Dios es grande y poderoso, bueno y misericordioso, pero también un estúpido»

Su soberbia le llevó a desdecir con sus hechos aquello de lo que se ufanaba predicar. Así, por ejemplo, aunque afirmaba que todo hombre podía libremente interpretar las Escrituras sin atender al Magisterio de la Iglesia y sin hacer caso de ninguna autoridad, no defendía esta misma libertad en orden a sus doctrinas y escritos que tenían que ser creídas bajo pena de condenación. Decía: «Mi doctrina no puede ser juzgada por nadie, ni aún por los ángeles, y sin atender a esta, nadie se puede salvar». Creó una versión del cristianismo descristianizada, que fue la única aceptable. Todas las demás fueron proscritas y perseguidas, incluida la católica, por supuesto. Y se obligó a muchas poblaciones a hacerse protestantes, lo quisieran o no, y no siempre de forma persuasiva y pacífica.

Tira la piedra y esconde la mano: La guerra de los campesinos
Multitud de campesinos en tierras germánicas, siguiendo la doctrina de Lutero e interpretando a su manera la Palabra de Dios, entendieron que, si no existía una autoridad religiosa, y que, si eran libres de la autoridad eclesiástica, lo eran de toda autoridad: por lo tanto, también de la autoridad política. Por eso comenzaron un proceso de rebelión contra estos señores feudales y nobles que los oprimían. Esta causa revolucionaria, que en un principio fue provocada y apoyada por Lutero, fue traicionada con la misma superficialidad cuando este comprendió que tanto su cabeza como su proyecto corrían peligro. Desde comienzos de 1525, tras la muerte de Hutten y Sickingen, los dos cabecillas revolucionarios que lo habían amparado, Lutero se pone al servicio de los príncipes alemanes y alienta la violencia brutal con que los grandes señores germánicos acabaron con estas rebeliones de campesinos, afirmando además que lo del libre examen es solo para los príncipes: «Contra las hordas asesinas y ladronas mojo mi pluma en sangre, sus integrantes deben ser estrangulados, aniquilados, apuñalados, en secreto o públicamente, como se mata a los perros rabiosos». Fueron asesinados 100.000 campesinos durante el enfrentamiento, y 50.000 más en el periodo de represión.

¿Y qué hay de las indulgencias?
El luteranismo lanzó gran parte de su discurso contra los canales de la gracia que son los sacramentos, suprimiendo todos excepto el bautismo. De hecho, la gran mayoría de sus 95 tesis no se refieren al tema de las indulgencias. Por otro lado, estas no eran —como se dice— una compra del perdón de los pecados, sino una ayuda para la remisión de la pena temporal provocada por estos, que se podía y se puede obtener con oraciones, obras concretas como peregrinar a algún lugar y dar limosnas (doctrina por otro lado con base bíblica. Cf. Tb 4, 8-11). En este tiempo, muchas limosnas por las cuales se otorgaban indulgencia fueron destinadas a la construcción de San Pedro del Vaticano, pero no únicamente. De hecho, Lutero nunca se quejó de las indulgencias que se otorgaban por las limosnas  destinadas a construcciones que se realizaban dentro del territorio germánico, como por ejemplo a la construcción de la Catedral de Colonia.


La clave del éxito: peón en un tablero de ajedrez
Hay que entender que el problema del luteranismo no hubiese alcanzado una extensión tan descomunal sin el apoyo interesado de los príncipes alemanes. Especialmente de Federico de Sajonia, terriblemente defraudado porque el trono al que él aspiraba le había sido concedido a un joven de 21 años, Carlos V, apoyado en gran medida por España.

La oligarquía alemana considera a este nuevo emperador como un enemigo a batir, pues en ningún momento de la historia habían tenido un emperador con tanto poder que no dependía solo del Sacro imperio romano germánico, sino en gran parte de España por la enorme herencia de su madre. Ante la herencia obtenida, tanto de parte paterna como materna, Carlos V se ve con los medios necesarios para llevar a cabo un proceso de unificación europea y la creación de un gran imperio que tuviese, como garante de su unidad, la religión católica, que sería también la base de los principios morales por los que se regiría la tan deseada Universitas cristiana.

En este contexto el conflicto con Lutero viene que ni pintado a los nobles alemanes, que utilizan a este títere para impedir la unidad pretendida por Carlos V y socavar su poder. La manera de hacerlo era atacando ese principio de unidad europea que era la religión, para lo cual venía muy bien crear un conflicto religioso que de hecho fue lo que impidió la realización de este proyecto europeo desde la unidad cristiana.

Además, poniéndose del lado del luteranismo, los príncipes alemanes se separaron de la autoridad de Roma y absolutizaron en sus personas tanto la autoridad política como la religiosa, y casi la cuarta parte de las propiedades del Sacro Imperio cambiaron de manos, pues robaron sus posesiones a la Iglesia católica.

Testigo ¿de qué Evangelio?
Cuando se leen los escritos de Lutero referentes a sus ideas sobre realidades como los sacramentos, los consejos evangélicos, la caridad, los mandamientos queda claro que nada tienen que ver ni con las palabras, ni con los hechos de Jesucristo, para muestra un botón:

-    «La misa es un ministerio sacrílego, diabólico, impío, abominable (…). El culto de la misa supera toda impiedad y abominación, de suerte que si otra causa no hubiere para colgar los hábitos, abandonar el convento y detestar los votos, sería más que suficiente esta abominación de la misa…»
En su último sermón público maldecía al Papa, al sacrificio de la Misa, y a la Virgen María
(La Iglesia Romana) es «prostituta del diablo». «Una meretriz vestida de púrpura y madre borracha de fornicaciones».

- «El papa mismo es un loco furioso, un falsificador de la historia,  (…). Cerdo, burro, rey de los asnos, perro, rey de las ratas, lobo, oso–lobo, hombre–lobo, león, dragón, cocodrilo, larva, bestia, etc.».

- «No existe en mí lo requerido para vivir en continencia”».

- «Si yo tuviese apiñados en una sola casa a todos los franciscanos, prendería fuego a la casa».

- «No soy más que un hombre sujeto a dejarme arrastrar por la sociedad, la embriaguez, los movimientos de la carne…».

- «Es falso decir que la voluntad es libre de decidir entre el bien y el mal. La voluntad no es libre, es esclava».

- «Peca y peca fuertemente».

Para que pienses:

- ¿Dónde tiene que fundamentarse el verdadero ecumenismo?

- ¿Se puede renunciar a la verdad en aras a la unidad?

- ¿Qué diferencias, conoces entre el catolicismo y el luteranismo?

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