P. Mourad: su secuestro

«Tras las huellas del Nazareno» —el programa de la Fundación EUK Mamie-HM Televisión dedicado a difundir el testimonio de fe de los cristianos perseguidos— les ofrece un testimonio especialmente conmovedor. Tenemos antes nuestras cámaras al P. Jacques Mourad, sacerdote y monje de origen sirio, que fue secuestrado durante seis meses por el Estado Islámico, junto a todos sus parroquianos de Al Qaryatayn (Siria).

El P. Mourad pertenece a la comunidad de Deir Mar Musa, que nació precisamente para ser un puente de diálogo con el Islam a través de la oración, el trabajo manual y la acogida. Los seis meses de secuestro fue un tiempo de mucho sufrimiento, pero para el P. Mourad ha sido tiempo de gracia y de consuelo, tiempo en el que el Señor ha madurado su alma de la mano de la «Oración del Abandono» de Charles de Foucault. Por eso afirma: «Si he sido salvado, es para ser un signo de esperanza y de consuelo para todos los pueblos que sufren». Para el P. Mourad fue importantísima la continua presencia de María Santísima junto a él. Durante ese tiempo, el P. Mourad comprendió algo esencial: «Comprendí que, al final, la verdad tiene siempre necesidad de sacrificio». Y comprendió también que: «La disposición a dar la vida por la verdad es el camino que nos lleva a la verdadera resurrección. Nuestro mundo necesita esta resurrección. Sino… vamos a vivir el infierno realmente».

 

El P. Jacques Mourad comienza presentándose a él y a la comunidad a la que pertenece. El Monasterio de «Mar Musa» es un antiguo monasterio construido en el siglo VI. Un jesuita italiano, el P. Paolo Dall'Oglio, misionero en Siria, llegó a ese lugar para un hacer retiro en 1982. El Monasterio estaba abandonado. Pero el P. Paolo experimentó la llamada del Señor a reconstruirlo. En 1991, en torno al P. Paolo, se restauró la vida monástica en «Mar Musa». El P. Jacques explica esos primeros momentos, tan difíciles y tan especiales: «En el año 1991 decidimos iniciar nuestra vida allí, con muchas dificultades, pero estábamos convencidos de que ese era el lugar donde Dios quería que viviéramos. Y poco tiempo después, el buen Dios nos bendijo con vocaciones valientes, hombres y mujeres que realmente han dado generosamente su vida al Señor. Eligieron esta vida tan difícil, en un lugar donde no hay agua, donde no hay electricidad… No hay ni siquiera un camino que llegue al monasterio. Está realmente aislado en el desierto, en una montaña. Sin embargo, en la iglesia del monasterio, hay unos frescos de los siglos XI y XII que son verdaderamente un tesoro. Estos frescos son una gran bendición, porque son una enseñanza catequética increíble que nos ha dado la oportunidad de explicar a todas las personas que vienen al monasterio nuestra fe cristiana: musulmanes, cristianos, ateos, personas que vienen de todo el mundo… Ha sido una ocasión de abrir diálogos, intercambios».

En el año 2000, el Señor pidió un nuevo acto de generosidad a la joven comunidad monástica. El obispo del lugar les invitó a adentrarse aún más en el desierto para ocuparse de otro antiquísimo monasterio del siglo V, llamado «Mar Elian». No hay nada alrededor de ese monasterio. La ciudad más cercana se llama Qaryatayn: «En el año 2000 fui en nombre de nuestra comunidad para ser párroco y trabajar allí, para que llegue a ser un lugar de retiro espiritual, un lugar de reuniones, también un lugar de diálogo con los musulmanes locales y otros. Porque nuestra vocación se basa en tres pilares: la oración, el trabajo manual y la acogida. Y estos pilares están al servicio del diálogo con el Islam. El P. Paolo, nuestro fundador, ha encontrado desde el principio, por su vocación, una necesidad de desarrollar este camino en nombre de la Iglesia, para que sea el verdadero camino al servicio por la paz, al menos en el Oriente Medio. (…) Yo trabajaba allí, y la comunidad continuaba en Mar Mousa durante los años de la guerra. Fue muy difícil, porque toda nuestra vida cambió, pero continuamos».resu p jacques2

El 21 de mayo de 2015 el P. Mourad fue secuestrado por un grupo de yihadistas: «Aquel día un grupo de yihadistas entró en el monasterio en el que yo vivía desde hacía 15 años. Me cogieron junto con otro postulante que estaba conmigo en el monasterio que se llama Boutros y venía de Alepo. Nos metieron en un coche del monasterio, nos llevaron al desierto, nos vendaron los ojos, nos encadenaron… Quedamos encerrados en el coche durante cuatro días. El quinto día era Pentecostés, el Domingo de Pentecostés. Nos llevaron a Raqqa, que se encuentra en el norte de Siria. Fue considerada la “capital” del estado islámico y nos encerraron en un cuarto de baño».

El P. Mourad prosigue: «En el camino a Raqqa, incluso desde el primer momento de mi cautiverio, no tenía otra idea que me viniera a la cabeza que la de rezar a Nuestra Madre, porque sentía que era Ella la que podía estar más cerca de mí, ya que Ella es mi madre. Hasta ese momento, no tenía ninguna relación especial con María. Yo estaba más cerca de Jesús, rezaba a Jesús, pero era el mes de María, el mes de mayo, así que rezaba el rosario todos los días. Esto es lo más importante en esta historia: después de mi rescate, supe que mis feligreses habían seguido acudiendo a la iglesia para rezar el rosario todos los días, a pesar del miedo que dominaba en todos los hogares cristianos después de mi cautiverio. Hubo personas de mi parroquia que realmente tuvieron confianza en la ayuda de la Virgen María, en que iba a protegerme. Y continuaron yendo a la iglesia y encendiendo las velas y rezando, haciendo todas las oraciones a la Virgen María por el mes de mayo. Todo eso me impresionó mucho. De camino a Raqqa, yo estaba rezando el rosario y en el tercer misterio, sentí un grito muy fuerte en el corazón, en el alma, que decía: "Voy hacia la libertad, estoy en el camino hacia la libertad". Yo mismo me sorprendí y me pregunté: “¿Qué es esto? ¿Qué significa esta frase? Estoy en manos de los peores terroristas del mundo y estoy seguro de que voy a morir. ¡Todo ha terminado, voy a morir! Voy hacia lo desconocido. ¿Cómo voy a ir a la libertad?” Pero ese grito continuaba, continuaba, y mi corazón se llenó de paz, una paz que llenó todo el desierto que estaba a mi alrededor. No podía ver el desierto, porque me habían vendado los ojos, pero lo sentía».

Los siguientes tres meses los pasó el P. Mourad encerrado en un cuarto de baño. Pero fue tiempo de gracia, tiempo en el que Dios se manifestó muy cercano a él: «Estuvimos tres meses encerrados en un cuarto de baño. Para mí fue muy enriquecedor. Considero ese período como una gracia que Dios me concedió. Si estoy salvado, si estoy vivo y si estoy libre hoy, es para dar testimonio de cómo y cuánto el buen Dios está cerca y no nos deja, cuánto la Virgen María nos protege mediante su oración y su presencia ante nosotros. Para dar testimonio de que nuestra fe es eficaz. Y puede ser verdaderamente —como dijo Jesús—: “Si tuvierais fe como un grano de mostaza, que es el más pequeño, podríais mover las montañas al mar”. Creo que lo que pasó conmigo es eso. He sido salvado de la muerte, y ha sido porque Dios ha hecho un milagro. Ha hecho conmigo un gran milagro. Es más grande que dar la orden a una montaña para que se lance al mar. Es para dar testimonio de la esperanza, porque el pueblo sirio ha sufrido y continúa sufriendo mucho. El pueblo iraquí ha sufrido y continúa sufriendo mucho. Necesitan signos de Dios concretos, necesitan milagros. Si he sido salvado, es para ser un signo de esperanza y de consuelo para todos los pueblos que sufren».

resu p jacques4«Estos tres meses en Raqqa fueron realmente para mí un tiempo de retiro espiritual. Gracias a la oración, gracias a la Virgen María, al Espíritu Santo… no hice caso a todos los miedos, a todos los sentimientos negativos que pudieron venir, a todos los combates que viví. Superé todo eso y viví verdaderamente un abandono total. Rezaba cada día la “Oración de Abandono” de Charles de Foucault (…) La comprendí mejor en esa experiencia de soledad, de aislamiento, en la prisión. Comprendí también que, al final, la verdad tiene siempre necesidad de sacrificio. Y todos nosotros estamos llamados a ser sacrificados. Nuestra vocación profunda como cristianos es la pasar de la condición de víctimas a la de sacrificio. Ese paso se hace por la fe. Todos nosotros, como cristianos, estamos llamados a eso: “Me abandono yo mismo, mi vida, en las manos del Señor, estoy preparado para ser un sacrificio por la verdad, ¡para defender la verdad!”»

Tras su secuestro, todos los feligreses del P. Mourad corrieron la misma suerte cuando el Estado Islámico entró en Al-Qaryatayn: «Otra cosa que me ha tocado mucho, durante la experiencia de mi encarcelamiento, fue la fe de mis feligreses. El 3 de agosto de 2015, el Estado islámico tomó Al Qaryatayn, la ciudad donde estaban mis feligreses. Si bien hubo muchos que huyeron después de mi encarcelamiento, hubo otros muchos, los pastores con sus rebaños, que no podían dejar sus casas, sus vidas. Así que se quedaron y fueron tomados como rehenes. Doscientos cincuenta cristianos, niños, ancianos, mujeres, enfermos, discapacitados… Todos, no dejaron a nadie. Los tomaron a todos como rehenes y se los llevaron a Palmyra. Y unos días más tarde me cogieron de Raqqa y me llevaron con mis feligreses».

Durante los veinticinco días que estos fieles cristianos estuvieron prisioneros fueron torturados de varias maneras: «Hicieron con ellos lo mismo que conmigo y con otros cristianos: muchos métodos de persecución, de torturas verbales, psicológicas… que son mucho más peligrosas, mucho más fuertes que una tortura física. Lo hacen para sonsacarte cosas».

La fidelidad de estos sencillos cristianos del desierto es todo un llamamiento para Occidente. El P. Mourad cuenta algunos ejemplos: «A pesar de todo el miedo con el que intentaban dominar, en aquella prisión, a ese pueblo sencillo, de pastores, de campesinos… ellos mantuvieron su fe y no tuvieron miedo. Una vez, un yihadista entró en nuestra prisión con un juego y una galleta. Ofreció ese juego y la galleta a un niño de seis años. Le dijo: “¿Quieres convertirte en musulmán?” El niño cogió el juego y la galleta y le dijo: “No, yo soy cristiano”. Y salió corriendo. Esto es un ejemplo. Un ejemplo real de un niño de seis años. Como sus padres tienen fe, lo educaron en la fe cristiana para que él la tuviera también. Eso es muy fuerte. Eso es el cristianismo. Nosotros somos así, todos. Cuando estamos en un estado de persecución, de peligro, no cesamos de ofrecer nuestra vida por amor a Cristo y dar testimonio de la verdad».

Tras la liberación del P. Mourad y de su comunidad parroquial, tenían prohibido celebrar la Eucaristía. Pero toda la aldea desafió a la prohibición y, reunidos en la clandestinidad, celebraban cada domingo la Eucaristía. Pero frente a una situación insostenible, el P. Mourad decidió huir y tratar de ver si era posible hacer salir a toda la comunidad cristiana de allí. Ayudado por un joven musulmán —que era consciente de estar arriesgando su vida ayudando la sacerdote— el P. Mourad salió de Al Qaryatayn: «Me abandoné nuevamente a mi Madre Santísima. Ella me acompañaba, sentí que Ella estaba conmigo. Me monté con él (con el joven musulmán) en la motocicleta, y nos fuimos. Y fue fácil. Llegué a Homs. El tercer día, con estos amigos musulmanes, conseguimos que cincuenta y ocho cristianos pudieran escaparse en un día. Ese fue el milagro. Poco a poco, todos los cristianos pudieron escapar. Hubo doce que murieron a causa de los bombardeos, pero los demás, todos tuvieron su libertad».

resu p jacques3El P. Mourad, tras su experiencia, comprende que la humanidad necesita una verdadera «revolución», una revolución de amor, para evitar que explote la tercera guerra mundial, una revolución que pasa por detener la producción de armas: «Realmente, nuestro mundo necesita una verdadera revolución, y la Iglesia es un instrumento para esta revolución». La llamada a hacer esta revolución la recibió el P. Mourad el día de Pascua de 2016, la primera Pascua después de su liberación, tratando de comprender cómo podía él vivir la verdadera resurrección: «En un primer momento, me sentí feliz de estar vivo, resucitado. Pero, prácticamente, este sentimiento fue una gracia de un instante. Después, experimenté que no podía escaparme de todo el sufrimiento que vive la gente en Siria y, sobre todo, de la ausencia del P. Paolo, que es nuestro fundador y que todavía está capturado, cautivo desde julio de 2013, y no tenemos noticias de él... Entonces, ¿qué resurrección puedo vivir si mi hermano, mi compañero y mi país continúan sufriendo? No podía ver una luz de paz que estuviera cerca, que pudiera llegar. Así que le pedí a Cristo resucitado: "Ayúdanos a vivir esta resurrección, a entender cómo podemos seguir el camino para la resurrección". Y ahí es donde entendí cuando Pilatos le preguntó a Jesús: "¿Qué es la verdad?” Jesús —que es la verdad— estaba delante de él. Pero Pilatos, no pudo tocar, no pudo entender que era Él la verdad. Por lo tanto, estamos llamados a seguir el camino de Cristo crucificado y resucitado. Para esto, la disposición a dar la vida por la verdad es el camino que nos lleva a la verdadera resurrección. Nuestro mundo necesita esta resurrección. Sino… vamos a vivir el infierno realmente».

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