El mérito no es nuestro

El sacerdote siempre corre el peligro de olvidarse de que su ministerio lo ha recibido de Dios y no debería gloriarse por lo que hace, sino glorificar a Dios constantemente por haber querido utilizar sus pobres manos para hacer llegar a todos los hombres su gracia. D. Santiago Carbonell, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), lo tiene muy presente. Sabe que las conversiones de las que ha sido testigo no han sido obra suya, sino solo de Dios y que, cada vez que pronuncia las palabras «Esto es mi Cuerpo» y «Esta es mi Sangre», Jesucristo mismo utiliza sus manos para hacerse presente bajo las especies de pan y vino. Esto es un misterio que solo se entiende si uno se pone las gafas de la fe porque, desde una visión meramente humana, es imposible de comprender.

  • «Dios que comenzó en ti esta obra buena, Él mismo la lleve a término». D. José García Hernández, sacerdote diocesano de Alcalá de Henares, nos explica de forma detallada los diferentes momentos que trascurren durante la celebración de la liturgia de la Ordenación Sacerdotal. Destaca dentro de esta celebración la imposición de manos por parte del Obispo y la postración del ordenando mientras se rezan las letanías de los santos, signo precioso de humillación y entrega total a Cristo.

     

     

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