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Dios llora en la tierra (18): La Iglesia de los pobres

Hoy se habla mucho de la Iglesia de los pobres; pero, en mi peregrinar por Oriente y por Occidente, he comprobado que son cada vez más numerosos los pobres que se sienten abandonados por la Iglesia. En las innumerables víctimas del capitalismo y del comunismo se repite la tragedia del siglo pasado que muchos oprimidos pierden la confianza en la Iglesia porque ésta no consigue convencerles de que está presente a su lado. De esta manera, en Iberoamérica, los líderes sociales reprochan a los Padres conciliares el haber tratado con excesiva cautela el capitalismo. Y los fieles perseguidos de Europa oriental están desilusionados porque no se condenó al comunismo. Estos hechos deben inducirnos a reflexion.

 

Dios llora en la tierra (20): Coloquio con Cristo en Río

“Desde aquí, donde Tú dominas soberano las colinas, las favelas aparecen como un extraño mosaico en gris y negro. Pero cada casucha de ese cuadro amenazador esconde la miseria de una familia entera. Pues allí viven ochocientos mil pobres. Empujados por el hambre, han huido del interior del país hacia la ciudad dorada, pero han aterrizado en el infierno... hijos libres de Dios, que Tú has redimido con tu crucifixión y que no obstante, aquí en la tierra tienen que vivir, aun siendo inocentes, en un infierno.”

 

Dios llora en la tierra (19): Un barón en la callampa

“El padre tiene razón y sus protegidos también. Porque Dios ha hecho la tierra para el hombre, que es el rey de la creación. Todo aquel que no dispone de espacio vital tiene derecho a apropiarse de un pedazo de esta tierra. Esta es la ley de la naturaleza, y es más importante que un complejo deportivo. Por ello, exijo que esta gente pueda continuar en sus chabolas y que el padre sea puesto en libertad.”

 

Dios llora en la tierra (21): El rojo Ecuador; hemos visto el infierno

“Florece la trata de esclavas. Por un par de kilos de arroz con que poder vivir o mantener a su familia, las chicas de la escuela secundaria duermen con los soldados katangueños y con los mercenarios sudafricanos. Niñas de doce años conocen ya todos los síntomas de las enfermedades venéreas. El ejemplar sistema médico-social de los belgas, considerado como un lujo inaudito por los indiferentes funcionarios de la ONU, está fuera de uso. Los médicos operan sin instrumental y sin honorarios. En los hospitales reina el caos. El escándalo social de la poligamia ha sido rehabilitado públicamente por los ministros y directores generales. He aquí una letanía de miseria, dolor y traición.”

“La única fuerza que ve realistamente este problema es, acaso, la Iglesia, que no es una principiante en la cuestión de ayuda al desarrollo. Con la rica experiencia de decenas de miles de misioneros, la Iglesia se pone al servicio de los pueblos jóvenes sin ingenuas ilusiones, desinteresada y humilde.”

 

Dios llora en la tierra (22): Hambre en Kivu

“A los negros inermes, nacidos en este país y que, con el sudor de su frente, ganan millones para los extranjeros a través de una monstruosa confabulación de explotadores blancos y de autoridades congoleñas corrompidas, se les quita la posibilidad de alimentar y de mantener a sus propios hijos. Esto se llama y es explotación de seres humanos. Aquí se está asesinando a un pueblo.”

 

Dios llora en la tierra (23:) Historia de la muerte rubia

“El ángel Mbwaki realiza su tarea con los niños, que para acallar el hambre no tienen otra cosa que patatas dulces o un bocado de plátano. Después, cuando la carencia de proteínas y de vitaminas destruye su bronceada pigmentación, los acoge tristemente entre sus brazos, en espera de que los pequeños vientres se hinchen y que los piececitos tumefactos se conviertan en trozos de carne informe. El ángel llora cuando en las cabelleras los rizos se alisan y cuando semejante a lepra, el goloso germen de la dermatitis acomete los pequeños cuerpos. Entonces el ángel cuenta las úlceras y los cabellos que caen, hasta que la espuma desaparece de las boquitas y se cumplen los días del tormento. Cuando todo ha pasado, el ángel cierra sus ojos exangües y se vuelve sollozando hacia otros niños que le esperan como florecillas que debe cortar para la muerte.”

 

Dios llora en la tierra (24): Los hombres del fango en Bukavu

Cuando entra de nuevo en la habitación, el párroco congoleño de Bukavu sacude la cabeza desalentado. Hace un momento le habían llamado fuera tres feligreses que no se atrevían a ir a sus casas porque no tenían nada que dar de comer a sus hijos. Pero el párroco es impotente frente al hambre, lo mismo que el vicario general, que colocó una verja grande alrededor de su residencia, pues la afluencia de hambrientos era tal que le impedía toda actividad. Así, al menos, no podrán llamar a su puerta. Él, en definitiva, no les puede ayudar.

 

Dios llora en la tierra (25): En la tierra de nadie en Kisangani

Kisangani, que fue el corazón incesantemente activo del Congo, es hoy una ciudad muerta. Sus opulentos parques están ahora baldíos; las tiendas, cerradas; las vilas, en ruinas; la población, reducida a la mitad. Atravesamos un oasis del que la jungla se está apoderando a ojos vistas. Todo parece evocar la hora dramática cuando los paracaidistas belgas -en lucha contra el reloj- acudieron a salvar la vida de los rehenes. Por esta misma avenida y por este mismo cemento requeado recorrieron a toda velocidad, el 24 de noviembre de 1964, el camino del aeropuerto a la ciudad. Salvaron a dos mil personas, pero para otros muchos llegaron demasiado tarde. Como para los diez mil o quince mil congoleños que, entre agosto y noviembre, fueron sacrificados como animales.

 

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