Dios llora en la tierra (14): Meditación en la noche

“Doscientas personas que esperan desde ayer asedian el confesionario. Miro el cansado rostro del Padre Celso, que, encongiéndose de hombros, se ve obligado a rechazarles con sólo un flaco consuelo: 'Quizá el próximo año os toque a vosotros'... Si Cristo ha instituido el sacerdocio para permanecer por siempre y para siempre entre los pobres, hay algo que debe cambiar en la Iglesia. Debemos preguntarnos cómo podría repartir mejor la Iglesia ese don de Dios que nunca le ha faltado. Ningún sacrificio deberá parecernos demasiadio gravoso para ayudar a Celso y a sus hermanos en religión.”

 

Dios llora en la tierra (15): Un Monseñor en el frente

“Pues éste es el hombre que en diecinueve años bautizó veinte mil niños. Los domingos celebra tres misas en la iglesia parroquial, cuyas obras de construcción se han parado en la primera fase. En esta diócesis, en la que el obispo no quiere tener catedral, también los párrocos piensan que Dios no se siente a gusto en iglesias lujosas mientras su vida divina esté asfixiada por la miseria en los corazones de los fieles... No lucha contra el comunismo, sino contra la miseria, que borra los rasgos de Dios en el rostro humano y destruye la imagen del Rey de la Creación.”

 

Dios llora en la tierra (16): Visita a Nisia Floresta

“Las obras caritativas, para las cuales en el siglo XIX fueron fundadas numerosas congregaciones religiosas, ya no son de hecho obras de caridad. Muchas de ellas han perdido su utilidad. Pero en muchos países la vieja miseria del siglo pasado que apela al amor está todavía patente. El espíritu auténtico de muchas congregaciones puede encontrar ahí renovación y actualización. Las Hermanas de Nisia Floresta han mostrado el camino. Yo pido vuestra ayuda para poderlas sostener en adelante, y vuestra oración para que obtengan pronto la autorización de poder recibir todos los días el Cuerpo de Cristo y podérselo distribuir a cuantos tienen hambre de Él.”

 

Dios llora en la tierra (17): Transistores y diáconos

“En sus orígenes, el diaconado se instituyó para servir a los pobres. Su restablecimiento actual evidencia un claro testimonio de la voluntad de la Iglesia de ser la Iglesia de los pobres. Es probablemente el único medio para organizar la vida eclesiástica en las regiones que carecen de sacerdotes. Es la única posibilidad práctica para satisfacer el inalienable derecho de los fieles de recibir el pan de la palabra y de la Eucaristía. Es elemento esencial de la jerarquía eclesiástica. Tiene una tarea propia y confiere una gracia particular, de la cual la Iglesia no puede carecer en esta época de renovación total.”

 

Dios llora en la tierra (18): La Iglesia de los pobres

Hoy se habla mucho de la Iglesia de los pobres; pero, en mi peregrinar por Oriente y por Occidente, he comprobado que son cada vez más numerosos los pobres que se sienten abandonados por la Iglesia. En las innumerables víctimas del capitalismo y del comunismo se repite la tragedia del siglo pasado que muchos oprimidos pierden la confianza en la Iglesia porque ésta no consigue convencerles de que está presente a su lado. De esta manera, en Iberoamérica, los líderes sociales reprochan a los Padres conciliares el haber tratado con excesiva cautela el capitalismo. Y los fieles perseguidos de Europa oriental están desilusionados porque no se condenó al comunismo. Estos hechos deben inducirnos a reflexion.

 

Dios llora en la tierra (20): Coloquio con Cristo en Río

“Desde aquí, donde Tú dominas soberano las colinas, las favelas aparecen como un extraño mosaico en gris y negro. Pero cada casucha de ese cuadro amenazador esconde la miseria de una familia entera. Pues allí viven ochocientos mil pobres. Empujados por el hambre, han huido del interior del país hacia la ciudad dorada, pero han aterrizado en el infierno... hijos libres de Dios, que Tú has redimido con tu crucifixión y que no obstante, aquí en la tierra tienen que vivir, aun siendo inocentes, en un infierno.”

 

Último podcast

  • El último programa de esta «Introducción a la Doctrina Social de la Iglesia» continúa examinando la relación entre amor y verdad —y también justicia— que desarrolla el papa Benedicto XVI en su carta encíclica, «Caritas in Veritate». Vemos cómo la caridad va más allá de la justicia, la cual es su «medida mínima», e impulsa el auténtico desarrollo humano, una vocación divina que nos ayuda a discernir lo que es verdadero progreso. Por tanto, debemos fecundar la verdad con la caridad, pero teniendo en cuenta que la caridad necesita de la verdad para evitar quedarse en sentimentalismo, y para ser vivida en auténtica comunicación y comunión, porque «la verdad es "lógos" que crea "diá-logos”». Nos recuerda que la evangelización es el mejor servicio que la Iglesia ofrece y debe desarrollar en la sociedad, luchando contra el relativismo y la idea errónea que la ciencia puede salvar al hombre. Por último, el papa reivindica la necesidad de una libertad responsable que busca la verdad; una verdadera fraternidad para que todos puedan buscarla y una autoridad subsidiaria que no se impone, sino que sirve a las personas.

     

     

 

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