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"El sacerdote" te quiere ayudar a comprender la grandeza del ministerio que Dios ha confiado a algunos hombres que Él mismo ha elegido, para prolongar su misión en el mundo.
"El mismo Señor, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo [...], entre ellos constituyó a algunos ministros, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres" (Presbyterorum Ordinis, nº 2).

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El P. José María Alsina siempre ha entendido su vocación como una llamada a ser misionero, a llegar a todas las almas para dar a conocer el «Amor que no es amado». Es un fuego que se mantiene encendido a lo largo de los años, aunque el Señor no le haya movido mucho de lugar. Desde el día de su ordenación, hace ya más de treinta años, el P. José María no ha dudado nunca de que él tenía que entregarse totalmente a Jesús como sacerdote, y así poder transmitir el amor de Jesús a muchas personas.

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Trabajad por uniros a Cristo

En cuanto dejamos de lado a Dios y ponemos por encima de Él los trabajos y preocupaciones que nos rodean, todo esto termina por ensordecer la voz de Dios y nuestra mirada se vuelve solamente humana, perdiendo de vista nuestro fin último: el Cielo. Esto es peligroso para todos, pero si un sacerdote cae en esto, acabaría poco a poco descuidando su ministerio y dedicándose al mundo como un trabajador más. D. Juan José Segarra Gómez, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia, nos advierte de este peligro y de otro aún peor: el doble lenguaje. El sacerdote no puede dejarse llevar por las modas o la presión social. A lo que es «sí» debe decir «sí» y a lo que es pecado debe llamarlo como tal, sin rebajar sus consecuencias.

Solo quiero hacer su voluntad

D. Juan José Segarra Gómez, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia, nos cuenta su experiencia como capellán en el Hospital Clínico Universitario de Valencia. Aprendió mucho de los enfermos a los que tuvo la oportunidad de asistir. Vio ejemplos de todas las edades y reconoce que le ayudó a crecer en su unión con el Señor y a saber llevar, con fe y esperanza, los sufrimientos y la cruz. Para entender esto, es esencial contemplar la entrega de Nuestro Señor Jesucristo porque, solo unidos a Él seremos capaces de dar un sentido sobrenatural a nuestros sufrimientos y, con su ayuda, podremos llevar con más ligereza el peso de nuestra cruz.

No juguéis con el pecado

D. Juan José Segarra Gómez, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia, nos advierte de que, a causa de la desvalorización del pecado y de sus consecuencias, se ha llegado al punto de pensar que ni siquiera existe tal cosa. Pero la realidad está ahí y, aunque no queramos aceptarlo, nuestras acciones tienen repercusiones humanas y espirituales en nuestra vida. D. Juan José asegura que la confesión no es una actuación, sino que quien acude con fe y arrepentimiento de sus pecados, recibe el perdón del mismo Dios y la fuerza para luchar contra el pecado en las batallas que vendrán. Mantener el alma limpia permite a la persona la gracia inmensa de unirse más íntimamente a Jesús Eucaristía.

El valor de la liturgia

La liturgia que celebra hoy la Iglesia católica ha sido custodiada por la Tradición desde los comienzos de la predicación apostólica, hace ya XXI siglos. Dios le ha confiado este tesoro a toda la Iglesia, es decir, a todos los bautizados, para que lo mantengan como lo han recibido, hasta que Él vuelva. D. Juan José Segarra Gómez, sacerdote de la archidiócesis de Valencia, quiere mostrarnos en este programa las riquezas que contiene este tesoro, la liturgia, con el fin de que aprendamos a valorar lo que se nos ha dado y, firmemente, lo custodiemos y defendamos, sobre todo, de aquellos que intentan con insistencia modernizar algunos aspectos de la liturgia, para que no sufra en ningún momento modificación alguna.

Somos sellados eternamente

¿A qué se compromete un sacerdote? A entregar su vida a Dios para toda la vida. D. Juan José Segarra Gómez, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia, nos explica que, sin una mirada de fe, pudiera parecer que ordenarse sacerdote es solo firmar unos papeles que cuando uno quiera puede romper. No es así. Lo que en una ordenación sacerdotal sucede es la entrega total de una persona a Jesucristo para que disponga de él en cualquier momento y lugar para hacerse presente entre los hombres. Debido a esto, se realiza un largo discernimiento y formación para verificar que realmente existe una llamada de Dios y que el candidato está dispuesto a entregarlo todo. Y es entonces cuando será convocado para este gran día, cuando será sellado por Dios, como otro Cristo, para la eternidad.

Algo le faltaba a mi vida

D. Juan José Segarra Gómez es un sacerdote de la Archidiócesis de Valencia. Durante su juventud, familia, estudio y deporte eran las cosas que rodeaban su vida y él pensaba que eran lo suficiente para ser feliz. Pero, poco a poco, fue experimentando un vacío tan grande que no podía llenar con nada de lo que poseía materialmente. Gracias a una buena amistad acudió a una convivencia. Tenía 26 años. En una adoración eucarística experimentó que ahí mismo, delante de él, se encontraba presente Jesucristo vivo, y que Él era el único que podía llenar ese vacío que le invadía. Tras un largo discernimiento, descubrió que Cristo no solo quería saciar su vacío, sino que además lo elegía para ser íntimo testigo de su Palabra siendo su sacerdote.

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